Se caracteriza por deseo intenso de pesar menos, cada vez menos, intenso miedo a la obesidad y un peculiar trastorno del esquema corporal: se ven más gruesas de lo que en realidad están. El método para conseguir esta progresiva pérdida de peso está en una intensa restricción alimentaria, en el ejercicio físico y en las conductas de purga.
Cada vez es más frecuente que el diagnóstico proceda de la inquietud despertada en una familia, por los medios de comunicación, más que por la apreciación objetiva de la peculiar forma de alimentarse una paciente. La tolerancia social al bajo peso ha aumentado e incluso la amenorrea de las anoréxicas no parece despertar mayor recelo en las madres.
Las dietas bajas en calorías sin que el peso de la paciente lo justifique o aconseje, cuando la dieta, el peso o la figura sean las primeras preocupaciones en vida de una adolescente o cuando el temor y rechazo al sobrepeso sean exagerados, nos obligarán a pensar que esa muchacha está en riesgo de convertirse en una anoréxica.
No aceptarse como se es, tomar el cuerpo como algo que se puede moldear a voluntad y pensar en los alimentos únicamente en su relación con la ganancia de peso, creer que éstos tienen cualidades o defectos diferentes a las científicamente reconocidas, una excesiva sumisión a estereotipos de la moda y una notable credibilidad a los medios de comunicación, con sus mensajes relacionados con la belleza, el peso y la figura, son pensamientos y actitudes peligrosas, que deben ser motivo de alarma, y de un precoz control de la situación para evitar la aparición de la enfermedad en toda su sintomatología.